Vértigo
A pesar de no encontrarse entre mis directores favoritos, no existe forma de negar la grandeza del trabajo de Alfred Hitchcock. Es un genio sin duda, y cada thriller o film de misterio que surge le debe la mitad a él. Su dirección es impecable, apabullante, estilizada, siniestra, atrapante… y perversa. Ese es su mayor logro, más que las historias que contaba. Era la forma en que las contaba. Logra atrapar al espectador y logra sacar lo más profundo de cada uno.
«Vertigo» es una demostración perfecta de lo que digo. Probablemente sea uno de mis films favoritos de Hitchcock, una joya enorme y muy perversa. Claro que si. A primera vista quizá no lo notes, pero es increíblemente perversa, enferma, hermosa y fascinante.
La película podríamos dividirla en dos partes: la primera, contando con los ya famosísimos McGuffins, que nos mete en una trama falsa para desarrollar a los personajes de forma brillante. La segunda es donde Hitchcock nos revela toda la profundidad del film, su grandeza, su verdad y su oscuridad.
El mayor don de este film es, fácilmente, la gran atmósfera que crea, envolviéndonos con misterio, pensamientos ambivalentes y apariencias falsas que hacen pensar. Hitchcock nos mete trampas y el espectador busca la verdad con cierta torpeza. Y si bien la resolución final no me convence del todo, lo pasado es suficientemente enorme para aplaudirla de pie.
Algunos momentos para recordar: los créditos iniciales, brillantes y misteriosos, acojonates incluso; la escena del beso, brillantemente grabada y actuada, con un magnifico James Stewart; la trepidante subida al campanario; las persecuciones, que prácticamente inventan un nuevo estilo por si mismas. ¡Que película tan importante!
Si bien el final no esta entre mis favoritas, es preciso y perfecto para el film. Nada de finales felices, Stewart está destrozado y con un trauma que lo hace terrorífico. Como sea, es una película brillante, y ciertamente, la mejor de Hitchcock. ¡Cómete esa, Psycho!
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